jueves, 18 de septiembre de 2008

COSAS QUE NUNCA SE FUERON...


Los personajes que estaban silentes han hablado. Una voz que abandoné una noche de lluvia, sale de su desahucio. Palabras me devuelven a una tarde de confesiones, un día que se convirtió en noche y me envolvió en lluvia, en una carcajada, en conexiones imposibles, en besos, en calor, en un escalofrío.
Tu sonrisa, tu imagen que desestimé y cambié por un ticket a la parada de los monstruos…puedo sentirte.
He dormido todos estos meses con la luz encendida, con un despropósito entre mis sábanas…todo hubiera sido diferente si no hubiéramos estado “tan acompañados”.
Vuelves y me dices que vas a apagar la luz de mi cuarto, yo te digo que hace ya unos días que está apagada, en la oscuridad, sin fantasmas, te encuentro.
Recordamos ese día que nos volvimos locos entre vinos y paletillas, y el que perdimos definitivamente la cabeza, entre rones…nos reímos.

En la espera de atarnos como dos enajenados en una silla conjunta en el restaurante de siempre, decido pasearme por la red. En el paseo me encuentro mil propuestas, decido dejarme atrapar por una de ellas. Me voy a duchar, está a punto de venir mi caballero andante.

Ya tengo foguista…EL EQUIPO ESTÁ COMPLETO

miércoles, 17 de septiembre de 2008

ME ENAMORÉ DE UN CLICK DE PLAYMOBIL


Curiosa y lamentable realidad.
Parecía adorable, tierno y manejable, pero pronto se convirtió en pedazo de plástico extraño, duro, de sexualidad dudable…si es que alguna vez tuvo sexo, esta es una cuestión ardua que empiezo a clarificar.
La historia es sencilla, no se debe beber tanto antes de comprar juguetes.
Los clicks de Playmobil son peligrosos, no se pueden morder, porque no son lo suficientemente blanditos, no se les puede abrazar, ya que no son lo suficientemente grandes y lo peor de todo, tienen cortes de pelo muy chungos, brazos desproporcionados, posturas extrañas y son un poco patizambos.
En mi embriaguez me enamoré de un click de Playmobil. La casa de muñecas era oscura, la música estridente y allí estaba yo, abrazada a mi click asexual, encantada, feliz.
Con el tiempo el plástico, no deja de ser plástico y las formas rectilíneas no se convierten en agradables curvas, me costó darme cuenta, pero cuando lo supe le metí en el cajón de objetos indescriptibles, en mi particular baúl de los X-Files. Desgraciadamente siento atracción por los expedientes sin resolver, me seducen, de vez en cuando, no lo puedo evitar y le saco a jugar. Le siento en mi sillón y le observo. Contemplo la singularidad de sus cabellos, tan asimétricos, los largos deditos y la tirantez postural y me doy cuenta que, en el fondo, tiene algo de tierno…

Ayer fue un día muy intenso, ya quedan sólo 9 días para empezar a rodar mi corto y nos reunimos en casa para definir más, reírnos, comer guacamole y brindar con aguardiente Néctar por el proyecto que está cerca. Como en todas las reuniones en los CamposdeAmor acabamos un poco chuzos, esta vez más pronto que de costumbre, lo que agradecí infinitamente.
Hacía tiempo que no estaba con Fa, cuando se fueron todos, nos quedamos cotilleando Facebook…comentando lo facefucks que se ha convertido desde que acepté convertirme en colega de “Anita”. Montañas de mensajes de cuerpos semidesnudos y propuestas interesantes y no tanto en la torre de Babel. En un momento de la travesía por esta red compleja, vislumbré mi cajón, el baúl secreto, de él, asomando, mi click de Playmobil. Fa ya lo ha visto en alguna ocasión de juegos reunidos, pero nunca lo vio como ayer, ayer, sin duda, le vimos como nunca. Esa carita de gesto enrarecido, ese brillo que sólo pueden tener los objetos inertes, los bracitos en rictus, las piernecillas patizambas…ahí estaba él, metido en la cajita, posando…y allí estábamos nosotras descojonadas, llorando de la risa, me reí hasta que creí que me meaba encima y paramos únicamente porque los vecinos nos miraron con cara de psicokillers.
Fa ya tiene un poco de mi click en su cajita cibernética, no hay depresión posible, una imagen así te quita la tristeza de un plumazo y te traslada de inmediato a un limbo de risa incontenible.

Pues eso, RODAMOS EN BREVE, BREVÍSIMOOOOOOOOO.
Sigo necesitando un foquista...si conocéis a alguien...

Besos desde el barco pirata.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

REALIDAD EN 16MM



Hay cosas en la vida que te hacen perder el norte.
Hoy he decidido creer sólo en aquello y aquellos en los que me apetezca, sin más.
Es muy fácil juzgar cosas que no se sienten, opinar sobre aquello que se conoce sólo desde fuera, desde dentro he decidido que me paso por el forro de las pelotas a todos aquellos que sin saber, deciden hacerte dudar. A todos esos que sus vidas son pobres y campan en las de los demás a sus anchas.
A esos les doy mi más sincero pésame y les despido casi fúnebremente.

Ya falta poco para el corto. Mi vecina, que es un cielo, nos deja su casa para rodar, consciente de lo que significa, lo que si cabe, es más altruista y maravilloso.
Para acompañarme en esta aventura total, los más incondicionales, que vienen desde lugares lejanos para ayudarme a que el sueño esté lleno de luz y poesía.

París está cerca, no encuentro un destino más genial para comenzar el viaje de este proyecto tan importante en mi vida.
Ya no me importa nada, sólo puedo pensar en rollos de 16mm deslizarse entre mis piernas, el pensamiento roza lo erótico. Entre tanto tan inspirador, retomo mi largo.

Para mi cumpleaños nos vamos a Berlín y de casualidad hay más gente de la que esperaba, lo que me parece más divertido si cabe.

Y así están las cosas, simplemente estupendas...porque en la tarde, entre cañas, los que eran enemigos hablan y, tan fácil, todo se disipa, se aclara y los recuerdos se transforman en cosas que pasan y que espero perduren a pesar de aquellos que se empeñan en destruir porque sí.

Entre tanto, un mensaje de lejos, alguien que me recuerda que este mundo es un lugar tremendo, lleno de sorpresas y es que lo mejor, sin duda, está por llegar, de hecho está llegando y yo lo estoy esperando, nunca lo dejé de esperar.

Endlich alles ist...

lunes, 8 de septiembre de 2008

CUANDO UN AMIGO SE VA...


La realidad siempre supera a la ficción, tanto para lo bueno como para lo malo.
Ayer la realidad me superó.
De vuelta a casa después de un fin de semana totalmente psicodélico, no podía quitarme de la cabeza las palabras de mi oráculo particular. Ella, tan dulce, me dice siempre esas cosas que hacen que ponga los pies en el suelo, ayer me rompí las piernas.
Con toda esa decepción en el estómago, llegué a casa. Entre la resaca de tres días excesivos y alucinando con toda la información en mi cabeza, me senté en mi sillón y lloré, lloré de impotencia, de rabia, de cabreo monumental, de tristeza.
No entiendo nada y entiendo todo...que asco, siento un asco bestial.

De repente pienso en ciertas cosas de los últimos meses, pienso en mi gran capacidad de enajenación, en porqué veo cosas donde no las hay. Soy una soñadora, me encanta pensar que la gente que quiero es excepcional, maravillosa, increíble. Por lo general da resultado, aunque en ocasiones el error es monumental.
Pienso en toda la energía que he perdido, en todas las palabras bonitas, en todos los abrazos, en las sonrisas...qué miedo.

Tras una noche reflexiva y lacrimógena, me despierto liberada. El pequeño trozo de cielo que se ve desde la ventana está de un azul insultante y precioso.
Intento mirarme algún atisbo de tristeza, pero se ha ido, se ha ido con las sonrisas, con las palabras bonitas, con las malas, con los te quieros… ya no forman parte de mi mundo, se han diluido con el llanto.
Una sensación de tranquilidad me invade, la gente se equivoca, yo, continuamente.
En el amor uno se expone a sufrir, es lo que tiene, pero en la amistad, te relajas, crees que un amigo nunca será capaz de destruirte. Este año he descubierto que eso no es cierto. Los amigos pueden hacerte daño en sitios que no sabes que existen, cuando lo hacen, algo se rompe por dentro y no se recompone jamás.

Así con la noche, amigos se convierten en enemigos y por la mañana pasan a ser parte de la historia de una vida, recuerdos.
Soy feliz, hacía tiempo que no lo era tanto. Suena un poco contradictorio, pero no lo es. Que haya gente jodida que te engaña y decepciona te hace valorar, más si cabe, las cosas buenas que tienes en la vida.
Pienso en el duro camino que he recorrido desde mi vuelta de Valencia, pienso en lo gratificante que ha sido construir todo de nuevo y miro a mi alrededor y sonrío, no puedo no sonreír.

Falta poco para mi corto, lo pienso y me muero de la alegría.

George, que me huele, me llama y me dice algo, que como muchas otras cosas, me quedo para mí:
Hay cosas que duran para siempre, otras, afortunadamente no.

Me alegro de haber despertado...hoy, sin duda, será otro gran día.




martes, 2 de septiembre de 2008

CUATRO DÍAS CON MARCELO


Cada uno puede ser quien quiera ser, sólo hace falta desearlo…

Hace mucho tiempo que quería ir a Lisboa lo que nunca pensé es, que en la ciudad del Tejo encontraría lo que encontré.
Nada más pasar el puente del 25 de abril, me doy cuenta de que todo es diferente, un pequeño cuento mezcla de salitre y agua dulce. Detrás queda la explanada extremeña con sus paisajes de bellota y una pequeña parte de mí, escéptica y fría.
El aire es más denso y de camino a Cascais todo parece, si cabe, más bonito. La playa de Guincho está llena de surfistas que esperan olas, yo los observo desde la ventana de Os Muxaxos con una caipirinha en la mano y pienso en lo romántico de la escena. A mi lado, Marcelo, que ha aparecido en mi viaje de forma inesperada. Converso con él y me sorprendo de la versatilidad de las cosas, de lo diferentes que podemos ser cuando nos desprendemos de ciertas armaduras. Me doy cuenta que en Cascais las armaduras se oxidan, ponérselas es, por lo tanto, una pérdida de tiempo.
Tras una comida de nombres imposibles, bajamos a la playa. Marcelo se queda dormido y yo me voy a pelear con las olas en el frío atlántico, después duermo también. El hotelito de Cascais es pequeño, pero acogedor, tras descansar un poco del largo viaje, las olas y demás, nos fuimos a cenar a un sitio frente al puerto. La noche es tranquila, Marcelo está callado y le observo, tenerle cerca me provoca una sensación de bienestar muy agradable.
Al día siguiente vamos a pasear temprano por Lisboa, Marcelo se pierde con el coche por las calles empinadas de edificios desconchados, pero no me preocupa, no tengo prisa por llegar a ninguna parte en concreto. Llegamos a la Plaça del Comercio y aparcamos el coche, para sumergirnos en un día largo, intenso y bastante alcohólico. Tras una primera caña en un bar de mala muerte en la rua San Joan, decidimos adentrarnos en la imposible geografía lisboeta. Una caña en Chiado y nos bajamos a Rossio a tomar más cañas y empezar a liarla un poco en la embriaguez de la urbe contradictoria. Comimos en un pequeño sitio cerca de Rossio, muy rico y barato, aunque empezaba a notarse las varias cañas de la mañana. Tras la comida subimos en tranvía hasta el barrio alto, Marcelo tiene los ojos muy verdes y siento que le quiero, que le quiero muchísimo. Ya en el barrio alto nos perdemos por las calles de colores destartalados y la calzada imposible de piedras descolocadas. La pérdida fue fructífera, ya que terminamos en un pequeño quiosco genial de caipirinhas peligrosas y vistas increíbles. La gente es totalmente heterogénea, me encanta, rastas, negratas, maleantes, princesas, gente de aquí de allá…empiezo a entrar en un estado de inconsciencia narrativa que me despoja de lo poco que quedaba de mi yo geométrico y racional, me convierto en un elemento más de esta ciudad, que se cae, que se deshace de forma bella y armónica.
La tarde se va convirtiendo en noche y nos adentramos en la rua de la Rosa que empieza a estar llena de gente. Nuestros pasos, armónicos y destartalados en sintonía con el barrio, nos llevan a un pequeño local donde una caipirha más me traslada a un pequeño pueblo en lo más recóndito del país luso.
Marcelo me habla de lo que hace, de su trabajo entre los pescadores, de su visita a Lisboa y su intención de quedarse allí por una larga temporada. Me enamoro de Marcelo, perdidamente, total, se que en algún momento tendré que volver y todo volverá a ser como era. Vamos al gordo y nos sentamos en las escaleras y un viento frío me devuelve a la realidad de la que me había desprendido. Desprotegida y helada miro a la persona que tengo al lado, no entiendo lo que me dice, pero hago un esfuerzo. Me doy cuenta que sólo yo soy capaz de abstraerme tanto, no culpo a nadie, quiero a la persona que tengo al lado, no me hace falta ponerle una etiqueta, las etiquetas son peligrosas y nos marcan, no nos dejan libertad para sentir cosas, parece que si no tengo etiquetado el momento, sentir lo que siento está fuera de lugar, pero lo siento y no me importa.
Corro por las piedras huyendo de algo conocido y cuando casi decido volver a ponerme el escudo de acero inoxidable y volver al lugar de donde me fui, decido darme media vuelta y esforzarme por entender la bipolaridad de ciertas situaciones.
Ya no se si Marcelo está, pero voy en su búsqueda, se que él es la parte dulce y desinhibida de alguien que conozco desde hace tiempo. Es alguien con el que comparto más cosas de las que nunca compartí con nadie y que me hace feliz, tanto, que a veces pienso que me quedaría en Lisboa con él para siempre. El conjunto, sin embargo, es complicado, con giros demasiado estrafalarios incluso para mí. Pena no poder quedarme sólo con esa parte.
Marcelo está sentado en la puerta de una casa inexistente, el barrio alto está lleno de números, cada muro, cada ventana, tiene su propia identidad parcelaria.
Bajamos hacia el coche, Marcelo está mareado. Al lado del coche, hay un pub irlandés con un grupo que toca una canción de U2, Whit or Without You. Me quedo apoyada en la puerta escuchando, mientras Marcelo habla con los lugareños. Cuando salgo Marcelo se encuentra mal y decido llevármelo a Cascais.
Al día siguiente vamos a Sintra, el camino es precioso, sobretodo el que sube al Palacio Da Pena. El parque y el Palacio, todo es un cuento.
Tras Sintra nos vamos a Azalenhas Do Mar y comemos en 2 piscinas, después de un episodio bastante surrealista con perros y todo. Dos piscinas está sobre una pequeña playa, pienso que podríamos estar en cualquier parte, el sitio es genial.
Vamos a Lisboa y nos hospedamos en una pequeña pensión al lado de la plaza de Rossio. Esa noche cenamos en Chapitô, después de tantas recomendaciones no podía no ir.
Noche de repetición en el barrio alto, con menos gente y menos alcohol que la noche anterior. Me gustó mucho un sitio que se llama Favela Chic. El barrio está bastante vacío, nos metemos en un antro asqueroso y una chica me saca a bailar, en Lisboa nada es lo que parece y las chicas se convierten, sin previo aviso, en pequeños rastafaris babosos.
En la pensión me vuelvo un poco loca, se que queda poco tiempo, mañana volveré a Madrid, atrás quedará Marcelo y una parte de mí.
Al día siguiente paseamos por Lisboa, lo justo. Subimos en un tranvía y llegamos a un parque extraño donde conviven palomas, gallos y pavos reales.
De bajada a Rossio me intento empapar de todo, para que se me quede en los ojos para siempre. Observo las calles imposibles, los colores, los azulejos, las ventanas destruidas, los desconchones, todo. Miro a Marcelo y le abrazo, le miro como a los azulejos, los colores, los desconchones, ya forma parte del cuento salidulce lisboeta. Me despido de él en silencio.
Ya estoy de vuelta a mi casa, pasado el puente 25 de abril, vuelven las explanadas extremeñas con sus bellotas, el aire se vuelve más ligero y seco, ya no es corrosivo. Noto como vuelve a mí la armadura, fuera del Tejo ya todo es como antes.
Un sentimiento de infinitos se pierde en la carretera y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Lisboa es como los sueños, lleno de cosas imposibles, de colores, de olores y palabras bonitas.