No tengo voluntad.
Uma se acaba de pedir dos vermutes de un tamaño descomunal, una ración de bravas y unos chopitos. Son las once y media de la mañana. Estoy viendo los vermutes y creo que me voy a desmayar. Laura está intentando aparcar. Uma tiene una capacidad de beber alienígena y me está obligando a beberme el maxi vermut a base de brindis extraterrestres. Llegan las bravas, joder si no tengo hambre, Uma me está obligando a comer, que dice que me voy a quedar anoréxica. La verdad es que las bravas están buenísimas y como pican horrores, casi me he bebido todo el vermut. Uma está pidiendo dos más y yo ya empiezo a llevar un pedo graciosísimo. Hablamos de lo mucho de menos que nos echamos, yo las echo mucho de menos en Madrid y es que en Barna estoy como en casa, en ocasiones incluso mejor. La verdad es que podría haber un botoncito de traslado rápido Alonso-Viladecans. Uma está muy guapa, nadie diría que lleva toda la noche sin dormir. Laura tarda y nos estamos trasladando a un punto de inconsciencia peligroso. Misteriosamente el desértico bar se está empezando a llenar de gente, no me había dado cuenta y es casi la una. Me acuerdo de Cosme y decido llamarle, le echo mucho de menos y le quiero un montón, pero él no entiende que le diga esas cosas porque sí, sin razón aparente, en fin, estoy encantada y me importa una mierda, cada uno que entienda lo que le salga de las pelotas.
Me llama George, unas diez mil veces y aunque estoy bastante enfadada con él, me siento enternecida de vermutes y decido hablarle. La historia está clara, pero desvariada, le escucho por el gran cariño que le tengo y la penita que me da el giro extraño que le ha dado a su vida. Aparece Laura por fin, bastante más fresquita y descansada que nosotras, le damos un vermut a boca perro para que no se relaje la mañana.
Llamamos a Martini, la echamos de menos en estos momentos de exaltación del amor y la amistad. Marta es una Diosa, que no se le olvide a nadie, en este Olimpo siempre se la echa en falta. No me acuerdo bien de la conversación, creo que acabo de ponerme el bikini en la cabeza.
El bar está repleto, no se en que momento ha sucedido, son las dos y media de la tarde, puede que sea eso.
Uma se ha dado cuenta de que hay unos tíos no demasiado feos en la mesa de enfrente. Yo ya he roto el maleficio que me tenía atrapada en una tristeza absurda y es que en Barna no hay fallo...con todo ese pedo decidimos escribir en una servilleta una nota a los de enfrente, se la damos a la camarera para que se la de. La camarera nos mira raro, qué pasa?? nos dice que los de enfrente no hablan español que son ingleses, nos da igual, que hagan el esfuerzo y la entiendan.
Los tíos están alucinando, nosotras estamos de after y ellos con la primera caña del mediodía, normal.
Nos escriben una nota en inglés, no recuerdo lo que pone, tampoco debía de ser muy brillante. Uma se sienta con ellos, Laura y yo estamos flipando, pero nos añadimos, los chicos piden unos chupitos de tequila.
Os acordais que nos íbamos a Mikonos verdad??... LOS COLEGAS DE LA MESA DE ENFRENTE SON GRIEGOS, si lo hacemos a propósito no nos sale tan bien. Miro alrededor y ya no estamos en Barcelona, un viaje astral nos traslada a Lesvos, una pequeña isla maravillosa entre los mares de Grecia. Miro hacia la calle y veo los colores tan increíbles de esta isla, la gente habla un idioma rarísimo y sensual. Hablo con el chico que tengo al lado en un inglés bastante jodido, se llama Janis, es muy guapo.
Nos pedimos unas copas y escucho a los lugareños hablar, no entiendo bien lo que dicen, pero si hago un esfuerzo podría llegar a captar el contexto. Hace mucho calor, son las tres y media y decidimos irnos todos a la playa. Empiezo a andar y Janis viene a mi lado, me cuenta de donde viene y lo que hace en Lesvos, de repente, me doy cuenta que no veo al resto del grupo. Nos sentamos en la playa, hay mucha gente, pero no me importa, escucho las olas romper en la orilla y cierro los ojos. Janis me explica como es el mar y es que estudia las olas, se saca un papel del bolsillo lleno de fórmulas y me las explica en la arena. El resto se sienta alrededor, Laura está escribiendo en su libreta y Uma espera a un marinero. Yo, estoy abrazada a Janis, hemos decidido que cada uno hable en su idioma, por una extraña razón nos entendemos y es precioso. Hacemos dibujos en la arena. Sin darme cuenta está atardeciendo, no me puedo separar de mi matemático de las olas, me abraza muy fuerte, me coje en brazos y me pasea entre los pescadores.
Grecia es un paraíso, me alegro mucho de haber decidido hacer el viaje.
Empieza a hacer frío en la playa y pensamos en ir a resguardarnos a alguna otra parte. Laura nos lleva a una casita maravillosa y desaparece en la noche que empieza. Mi móvil no funciona en Grecia. En el anochecer todo se llena de magia y se me duermen las manos y las piernas, Janis me susurra un secreto al oido y lo escribe en el aire con letras que me parecen preciosas Σε αγαπώ για πάντα. Se lo que me dice y siento lo mismo. Nos quedamos dormidos. Abro los ojos y le veo mirándome, nos miramos mucha noche, toda.
Ya es por la mañana y Lesvos empieza a parecerse al barrio de Gracia. Echo de menos a mi hermana y decido que es hora de volver a Barcelona. Paseo con Janis por las calles desconocidas. En la boca del metro no queremos separanos, pero decido irme.
Me doy la vuelta y camino a encontrarme con todo lo que se quedó atrás el día anterior. Un sentimiento conocido me viene a la mente y sonrío sin darme cuenta, ha sido muy bonito, especial y alucinante, se lo cuento a mi pequeña, que está feliz de que encuentre por el camino aquellos pequeños tesoros que me pertenecen. Sigo loca de amor, pero sin duda, necesitaba este viaje. Lo bueno de los viajes es que no están reñidos con la realidad y mi realidad, a pesar de los que no la entiendan, es la que elegido después de mil viajes.
Ir a Grecia, concretamente a Lesvos, Mikonos no es tan bonito, es demasiado turístico.
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