sábado, 26 de julio de 2008

007 Y UNA PLAZA DE TOROS



Jueves. Encuentros en el tendido cero.

Jueves por la mañana, vamos a recoger a Ignacio a Atocha, se retrasa, Jesús me comenta que este tal Ignacio ha perdido el móvil...empezamos bien la mañana, 1 hora después, sin noticias de nuestro director especialista, nos llama y nos comenta que está en Chamartín, joder....
Doscientos millones de grados, viajecito a Chamartín, recogida de Ignacio y excursión a la plaza de la Ventas con toda la solana del mediodía.
Tras varias conversaciones con el de seguridad de la plaza y tras esquivar a varios japoneses que aguardaban impacientes el comienzo de su tour, entramos con el sr Ángel al ruedo.
Jesús e Ignacio se empiezan a hacer pajas mentales sobre la posible acción, hablan de un intercambio de rehenes en medio de un desierto...yo les miro y les dejo hacer.
Me doy una vuelta, miro alrededor, ya se lo que va a pasar.
Se lo cuento a los chicos, que estaban planificando una verdadera guerra militar. Tampoco les dejo mucha opción, lo visualizo todo perfectamente, entre los tres creamos un entorno más ad-hoc, sí Jesús, más ad-hoc, totalmente ad-hoc.
Tengo la cabeza como un huevo frito, las Ventas en julio a la 1 del mediodía es una tortura. Un grupo de valientes turistas entran en el ruedo con su carita ilusionada y sus camaritas de fotos digitales último modelo. ¡Qué huevos!, les cobran 6 € por dar una vuelta al ruedo y coger varios capotes y muletas viejas, encima, el final del tour es una parada obligada en la tienda de souvenirs donde, fijo, les roban unos cuantos euros más.
Con las ideas un poco más claras, decidimos ir a tomar unas cañas y asentar conceptos de una forma menos cruenta.
Nuestro partner es un poco desastroso, sin móvil, sin pasta, nos toca darle cobertura total, pero Jesús me asegura que es el mejor, me quedo un poco más tranquila aunque tampoco demasiado.
Tras una comida rápida nos vamos a la ofi de Jordán.
Tras mil dibujos, trescientas millones de llamadas, y grandes dosis de stress, empezamos a ver claras las cosas.
Llamo a Rubén para que nos haga el diseño de decorados, nos reunimos con él, quedamos en vernos el sábado para números.
Jesús llama a un tal Quinqui para que nos haga el story, en fin, el nombre no me provoca grandes dosis de confianza, pero no creo que pueda ser más naif que nuestro director de especialistas.
Ignacio se va al hotel para hacer números y descansar un poco, Jesús y yo quedamos con Quinqui para brifearlo y que se ponga a dibujar como un loco.
Entre tanto el ex me llama y manda sms bastante absurdos, con el lío que tengo...lo último que necesito es una tocada de huevos del colega, cuelgo y borro los mensajes, me interesa una mierda lo que tenga que contarme, ayer ya me contó más de lo que quería saber.
El guapísimo me llama, ¡mierda!, se me había vuelto a olvidar, con lo bueno que está y lo majísimo que es...me propone un plan genial, me apetece, quedamos.
Nos vamos con Quinqui a la plaza de Olavide, le contamos la movida, le gusta y accede a hacer lo que pueda, no hay tiempo para grandes historias.
Cuatro tintos de verano después, me despido de Jesús y me voy a casa. Empiezo a pensar en mi cita, qué pereza más grande, me siento en el sillón y me quedo frita. Me despierta el teléfono a las dos de la madrugada, es el guapísimo...le explico, entiende, le digo que le llamo...algún día de estos. Veo un par de sms más, son del chico telefónico, demasiado en mi estado catatónico, me acabo de acordar que no los he contestado, soy una rancia.

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