Domingo. Guareciéndonos de la balasera
Ayer me fui a la cama medio empachada, y aunque me dormí rápido, lo hice un poco de mala leche, de hecho me peleé con Oli por una almohada, en fin…
Las chicas ya están haciendo café y me despierto con ganas de volver a la cama, se que hoy va a ser un día largo, largísimo. La casa ha quedado un poco hecha mierda con la fiesta chuletera, pero nos tenemos que ir, yo, al menos, me tenía que haber ido hace un par de horas.
Cojo el coche con celosía y Marta de copiloto, estoy un poco angustiada, es lo que tiene la resaca en combinación con el stress. Dejo a Marta en su casa con celosía incorporada y me voy a Jordán con Jesús, queda por hacer la presentación y que Quinqui nos pase los puñeteros bocetos…empiezo a estar hasta las pelotas.
Con el calor de mil infiernos que nos ha acompañado estos días, llego a Jordán.
Jesús, que es así de naif, tiene en la pantalla de su ordenador el skipe abierto y la imagen de su novia colombiana. Al principio pensé, que debía de estar hablando con ella, equivocación, el cachondo la tenía ahí y la observaba mientras dormía…sin duda muy tierno. Jesús últimamente está cachondísimo, ha hecho un auténtico retorno a la adolescencia y le sienta realmente bien, esto sumado a que habla como un pseudosudaca es realmente divertidísimo. No te enfades Jesús y guarécete de la balasera, porque todavía no he vendido todos los autos. Y es que no le podemos dejar que se vaya a hacer tanto las américas, que vuelve como si le hubieran sacado de una telenovela venezolana diciendo unos palabros jodidísimos.
Pues eso, con Diana en la pantalla sobando, nos ponemos a terminar el presupuesto. Tras varias cábalas conseguimos ajustar el disparate…joder, con ese dinero me compro la casa de mis sueños en Justiniano, en fin.
Quinqui no nos ha mandado nada todavía y son casi las seis de la tarde. Jesús está con Diana, que ha amanecido y haciendo la presentación en el Mac. Yo he sido incapaz, entre el ratoncito de mierda ese y las ventanas que se cierran y se abren sin razón aparente, decido que lo haga Jesús y yo le ayudo mirando.
Quinqui manda el store, merece la pena la espera, está realmente genial.
Se va haciendo tarde y más tarde, Jesús se tiene que ir, me quedo en Jordán observando como se imprimen lentamente las copias de la presentación, la impresora se lo toma con calma, obviamente no debe de estar tan hasta las narices como yo, que son las once y no veo el puñetero momento de ir a mi casa. Y como no podía ser de otra forma, a eso de las once y media se atasca la impresora, lenta y cabrona, que poca consideración conmigo la máquina infernal. Menos mal que se habían impreso copias suficientes.
Con sueño, cabreo y algo de hambre, me voy a encuadernar las presentaciones al workcenter. El worcenter, un sitio barato, 30 € por encuadernar 5 copias. Arggggggggg.
Llego al barrio, no me lo puedo creer, no hay sitio para aparcar, quién coño es toda esa gente??, es que nadie se va de vacaciones en mi puto barrio?? Doy un par de vueltas entre cabreada, alucinada, hambrienta y soñolienta, al final, consigo meter mi pequeño autobús en un hueco relativamente cercano a mi casa.
Subo a casa, está un poco desastrosa, pero no importa, estoy en casa, en mi sillón. Se me ha quitado el hambre, me tumbo y enchufo la tele. Tengo un par de llamadas en el móvil, que no se de quién son, ni me importa a estas alturas de la noche.
Me quedo frita en mi sillón con la luz y la tele encendida, ¡qué placer!
A eso de las cinco de la madrugada repto a mi cama.
Las chicas ya están haciendo café y me despierto con ganas de volver a la cama, se que hoy va a ser un día largo, largísimo. La casa ha quedado un poco hecha mierda con la fiesta chuletera, pero nos tenemos que ir, yo, al menos, me tenía que haber ido hace un par de horas.
Cojo el coche con celosía y Marta de copiloto, estoy un poco angustiada, es lo que tiene la resaca en combinación con el stress. Dejo a Marta en su casa con celosía incorporada y me voy a Jordán con Jesús, queda por hacer la presentación y que Quinqui nos pase los puñeteros bocetos…empiezo a estar hasta las pelotas.
Con el calor de mil infiernos que nos ha acompañado estos días, llego a Jordán.
Jesús, que es así de naif, tiene en la pantalla de su ordenador el skipe abierto y la imagen de su novia colombiana. Al principio pensé, que debía de estar hablando con ella, equivocación, el cachondo la tenía ahí y la observaba mientras dormía…sin duda muy tierno. Jesús últimamente está cachondísimo, ha hecho un auténtico retorno a la adolescencia y le sienta realmente bien, esto sumado a que habla como un pseudosudaca es realmente divertidísimo. No te enfades Jesús y guarécete de la balasera, porque todavía no he vendido todos los autos. Y es que no le podemos dejar que se vaya a hacer tanto las américas, que vuelve como si le hubieran sacado de una telenovela venezolana diciendo unos palabros jodidísimos.
Pues eso, con Diana en la pantalla sobando, nos ponemos a terminar el presupuesto. Tras varias cábalas conseguimos ajustar el disparate…joder, con ese dinero me compro la casa de mis sueños en Justiniano, en fin.
Quinqui no nos ha mandado nada todavía y son casi las seis de la tarde. Jesús está con Diana, que ha amanecido y haciendo la presentación en el Mac. Yo he sido incapaz, entre el ratoncito de mierda ese y las ventanas que se cierran y se abren sin razón aparente, decido que lo haga Jesús y yo le ayudo mirando.
Quinqui manda el store, merece la pena la espera, está realmente genial.
Se va haciendo tarde y más tarde, Jesús se tiene que ir, me quedo en Jordán observando como se imprimen lentamente las copias de la presentación, la impresora se lo toma con calma, obviamente no debe de estar tan hasta las narices como yo, que son las once y no veo el puñetero momento de ir a mi casa. Y como no podía ser de otra forma, a eso de las once y media se atasca la impresora, lenta y cabrona, que poca consideración conmigo la máquina infernal. Menos mal que se habían impreso copias suficientes.
Con sueño, cabreo y algo de hambre, me voy a encuadernar las presentaciones al workcenter. El worcenter, un sitio barato, 30 € por encuadernar 5 copias. Arggggggggg.
Llego al barrio, no me lo puedo creer, no hay sitio para aparcar, quién coño es toda esa gente??, es que nadie se va de vacaciones en mi puto barrio?? Doy un par de vueltas entre cabreada, alucinada, hambrienta y soñolienta, al final, consigo meter mi pequeño autobús en un hueco relativamente cercano a mi casa.
Subo a casa, está un poco desastrosa, pero no importa, estoy en casa, en mi sillón. Se me ha quitado el hambre, me tumbo y enchufo la tele. Tengo un par de llamadas en el móvil, que no se de quién son, ni me importa a estas alturas de la noche.
Me quedo frita en mi sillón con la luz y la tele encendida, ¡qué placer!
A eso de las cinco de la madrugada repto a mi cama.
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