Vamos a irnos al lugar de los mutismos consentidos, de las ignorancias premeditadas, de los mensajes en una botella, un lugar donde se oye el viento.
Veo el mar desde mis sueños, por primera vez en muchas semanas, veo paz entre mil guerras y tu imagen dibujada en la arena se destruye entre las olas.
Lugares pasados se vuelven presentes y un poco de miedo me recorre el cuerpo, decisiones complicadas desde algún acantilado conocido golpean mi cabeza. Miro al cielo, hoy está más azul que nunca, pienso en ello mientras camino en el límite entre lo real y lo onírico, entonces, un sonido, un faro intermitente, un barco y la distancia se hace infinita.
Miro al horizonte, estoy buscando algo, giro mi cabeza y palabras de ayer me recuerdan que puedo ser libre, vuelvo a mirar hacia adelante. Me embarco en una travesía sin retorno, no tiene sentido regresar a ninguna parte, ya no quedan montañas, un gran océano rodea mi cuerpo y el olor a sal me transporta a la felicidad de algo que tuve siempre, a algo que quizá nunca debí perder.
Te voy a regalar mi silencio, es lo más bonito que tengo, pues ya sabes que nunca callo.
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