sábado, 27 de diciembre de 2008

AS TIME GOES BY


Tener un hijo es una experiencia milagrosa, maravillosa, idílica, por lo menos hasta hoy, era el discurso habitual de mis amigas que estrenaban maternidad. Todo cambia cuando esta tarde voy a ver a mi amiga Sara y me compara su placenta con un chuletón. Sara acaba de ser madre y es, indudablemente, una tía muy especial, su experiencia como parturienta primeriza, obviamente, no podía ser menos.
Explícita y con una narrativa que roza lo alienígena, nos cuenta como rompió aguas y como mojó media casa mientras se le ponía la tripa dura como el cemento. Nos cuenta el viaje al hospital con su madre, su abuela, su marido, el perro en el maletero, contracciones horribles y media cabeza de Emma asomando. La llegada al hospital y los olores, los coágulos de sangre (que ella pensaba que eran sus riñones que se le estaban cayendo del cuerpo) y toda la parafernalia del alumbramiento. Sara es muy gráfica en sus explicaciones, eso sumado a que se inventa la mitad de las palabras, han hecho que la tarde fuera divertidísima. Yo sabía que Sara no iba a ser la típica madre primeriza coñaza, que te cuenta la experiencia de la maternidad como si fuera una película de Walt Disney, pero su historia ha superado todas mis expectativas.
Sentada en su sillón con la pequeña Emma en brazos y tras escuchar la genial experiencia, recuerdo, que una de las primeras cosas que me contó Sara cuando la conocí, hace seis años en Ibiza, fue que ella quería ser madre, me lo decía después de una noche muy sintética, de una semana muy peligrosa y con un porro de hierba en la mano. Recuerdo su saxo dorado y la música de Tania Vulcano de fondo, recuerdo ese verano y recuerdo todas las que pasamos juntas, que fueron muchas y la mayoría muy buenas. Miro a Emma y sonrío. Sara ha cumplido su sueño, ese que me contó de resaca de pastillas en un Burger King de Figueretas, hace seis agostos, cuando todo esto sonaba lejano y un poco "surreal" (como diría ella). De repente, un escalofrío me recorre el cuerpo, un escalofrío de felicidad y consciencia de una realidad, sin duda, mucho más excitante que mil pedos y mil fiestas. Sentada en mi sillón pienso en ello, pienso en el inevitable paso del tiempo...

1 comentario:

Christine dijo...

Me encantaría conocer a Sara....
es que lo de "fue ver su rostro y se me olvidaron los minutos de dolor" como que no.....

Un besazo
Christine